Miedo

¿Podríamos vivir sin miedo? Esta es una buena pregunta para realizarnos cuando estamos a las puertas de Halloween. Sin embargo, la respuesta es mucho más profunda de lo que parece. La respuesta, en mi opinión, es que no. El miedo nos protege, y ha permitido que la especie humana subsista durante todos estos siglos. Es una de las sensaciones, sentimientos, que es inherente a nosotros. El miedo a morir, a desaparecer, al dolor, ha permitido la supervivencia de la humanidad a lo largo de la historia. ¿Qué hubiera sido del hombre primitivo, del Neandertal, sin el miedo? No lo sabríamos, porque no habríamos existido. Y no hablamos de valor, sino de ausencia de miedo, el enfrentarse a los peligros sin protección, sin encontrarse en un estado de alerta producido por el estallido de adrenalina que agudiza nuestros sentidos y potencia nuestro sentido de supervivencia. La ausencia del miedo en cualquier animal (incluyo la especie humana) acaba por pasar factura.

Evidentemente, algunos miedos se han refinado; ahora existe el miedo a la tecnología, a la sociedad actual, a quedarse sin trabajo, sin hogar, etc. etc. etc. Pero los miedos primigenios se mantienen: el miedo a la muerte, a lo inexplicable, a la enfermedad, a la pérdida de los seres queridos, a lo sobrenatural... son miedos sempiternos y difíciles de obviar.

Otra cosa es que no sepamos convivir con el miedo. Un proverbio escocés dice que no hay medicina para el miedo. Quizás para algunos no, pero cada uno debe ser capaz de encontrar la forma de controlar sus propios miedos y evitar que estos sean tan fuertes que impidan llevar una vida normal. Tener miedo no es malo, pero sí lo es que este venza a la razón y acaben esclavizándote.

Curiosamente, los psicólogos actuales dicen que no está mal que los niños jueguen con el miedo, que lean historias de terror o vean películas de fantasmas y brujas, o bien que se disfracen en Halloween de monstruo, esqueleto o zombie, celebrando la conocida festividad. Eso puede ayudarnos desde pequeños a gestionar de adultos mucho mejor nuestros propios miedos. Entendámonos, cada cosa con su edad. No vayamos ahora a poner a nuestro hijo de cinco años la película de "El Exorcista" o la saga de "Saw", pero sí existen otros ejemplos mucho más "asequibles" como "Pesadilla antes de Navidad", "Coraline", "Hotel Transilvania" o la muy recomendable "La maldición de las brujas", basada en una novela de Roald Dahl, entre muchas otras. Y si no hablamos de películas, recuperemos los libros de R.L.Stine y su saga de "Pesadillas", nuestros pequeños nos lo agradecerán y comenzarán a familiarizarse con un tipo de miedo que no sólo puede y debe ser superado, sino que además puede ser muy divertido.

Feliz Halloween!



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