Tradiciones, castañas y fantasmas

Llegadas estas fechas, no puedo dejar de sentir todo tipo de contradicciones. Como buen catalán, la tradición de las castañas y panellets es algo a lo que no me puedo resistir. No puedo dejar de recordar en estos momentos, cuando años atrás trabajaba en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UAB, el día en que aparecía mi querida vicedecana de prácticas disfrazada de anciana castañera para alegrar la mañana a los niños de l'Escoleta, la guarderia donde la mayoría del personal de la universidad llevaba a sus hijos, llevándoles bombones. Las caras de los niños tenia que ser espectacular. ¡Hasta yo muchas veces era incapaz de reconocerla!
 
La tradición de la castañera deriva de la Edad Media, cuando para recordar a los habitantes de los poblados y aldeas que debían rezar por sus familiares fallecidos en la fiesta de todos los Santos, el campanero hacia tañer las campanes, algo que gastaba mucha energía. Para recuperarla y hacer más llevadero su trabajo, lo hacía con castañas (fruta del tiempo) y vino. Como había muchas campanas que tocar y campanarios que recorrer, la gente se unía a él para compartir sus fatigas y hacerle más entretenida la velada. A finales del siglo XVIII, la costumbre se había convertido en una tradición en la que las mujeres solían hacer pastelitos similares a los panellets y en la que los niños ocultaban castañas para que, por la noche, las almas que faltaban, las sustituyeran por aquellos pastelitos o un buen trozo de membrillo. De ahí procede la bonita tradición.
 
No obstante, hay que reconocer que es un fiesta ligeramente... aburrida, sobretodo si la comparamos con la de origen celta que se celebra en los paises anglosajones llamada Halloween. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la conmemoración celta del Samhain y la festividad cristiana del día de Todos los Santos durante la Gran hambruna irlandesa. Esta fiesta se asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado, y está fuertemente ligado a símbolos como la jack-o'-lantern. En esta fiesta se recuerda que durant el Samhain la línea que une este mundo con el de los espíritus se hace tan débil que éstos pueden pasar a través de ella. ¡Y lo hacen tanto los buenos como los malos!. La única forma de hacer retroceder a los malos espíritus es con máscaras o disfrazándose, pues si eres como uno de ellos no podrán hacerte daño. De todas formas, esta fiesta tomó gran renombre a partir de 1921, cuando se realizó el primer desfile de Halloween en Minnesota, extendiéndose a lo largo del tiempo a otros estados y alcanzando proporciones épicas en la actualidad, saltando al Viejo Continente y a casi todos los puntos del mundo.
 
Y es que son pocos los que se resisten a las hordas de fantasmas, espíritus, calaveras, brujas y zombies que pueblan nuestras calles, en una época en la que series como The Walking Dead, The Strain o Z Nation invaden nuestras televisiones, o películas como Rec4, Annabell o Dràcula, la leyenda jamás contada en   cines. Sí, decididamente es una fiesta comercial, consumista, un escaparate capitalista de la decadència de nuestra sociedad, pero, seamos sinceros... ¿No lo es también el día de los enamorados? ¿Navidad? ¿O, si me apuras, el mismísimo Sant Jordi? Sí, hay quien se estirará de los pelos y pensará que lo que acabo de decir es casi un sacrilegio, pero está claro que en todas estas fiestas hay un trasfondo económico que no podemos obviar. Así pues, dejemos de lado estas cuestiones y pensemos que se trata de una celebración divertida, que encanta a los niños, y que resulta mucho más animada que simplemente comer castañas y panellets.
 
Sin embargo, no todo el monte es orégano. Yo también estoy con aquellos que presienten que las tradiciones propias están siendo devoradas por las anglosajonas, pensando siempre que lo que viene de fuera es mejor que lo que ya tenemos. Eso no es cierto. Si bien Halloween puede ser un dispendio y alarde del terror y el miedo, algo fantástico para personas como yo, a los que la literatura de terror, fantasia y ciencia ficción le encanta, esperando con ansiedad que pasen un par de buenas películas de miedo ese día por televisión para disfrutarlas con amigos, también es verdad que no me gustaria jamás perder la tradición catalana de comer castañas calentitas y panellets, aunque en el exterior estemos casi a treinta grados y no apetezca tanto como antaño (cosas del cambio climático). Es por eso que yo propongo la fusión de ambas fiestas y la creación de una nueva forma de celebrarlo que nos haga disfrutar a todos por igual.
 
Feliz Castanyalloween!!!!
 
 

No hay comentarios: