El resurgir de la fuerza

Y sí, finalmente pude ir a ver Star Wars Episodio VII, sorteando los spoilers que surcaban los bytes de las redes y tras tragarme de un tirón los seis episodios anteriores.

Soy un fan acérrimo de la serie. Considero que la primera trilogía ha sabido aguantar perfectamente el paso de los años, especialmente si se compara con algunos otros films ochenteros que aún guardo en mi corazón, pero que reconozco que han sido maltratados por las nuevas tecnologías y una forma de vivir el cine que es muy diferente. El Episodio IV, el Star Wars original, es una película que, por muchas veces que veo, sigue gustándome igual que la primera vez. Ese ataque de los X-Wing introduciéndose en el estrecho pasillo de la Estrella de la Muerte es incomparable. Sigue poniéndome los pelos de punta.

En cuanto a la segunda trilogía, reconozco que no soy tan puritano como para descartarla, como muchos otros fans y detractores. Me gustan, me entretienen y cierran un círculo que, especialmente en La venganza de los Sith considero bien resuelto. Siniestra, oscura, a pesar de sus defectos, es la que más me gusta de esa etapa.

¿Y qué puedo decir del Amanecer de la Fuerza, el Episodio VII? Pues que hemos disfrutado casi tanto como con la primera Star Wars. De acción inmediata, rápida y con efectos especiales magníficos, ha sido como revisitar el primer episodio de la primera trilogía pero en el siglo XXI. 
J.J. Abrams no me decepcionó con su incursión en el universo Star Trek y tampoco lo ha hecho con el de Star Wars. Ha sabido captar la esencia de la Guerra de las Galaxias y la ha dotado de nuevos personajes para repoblar el universo de la saga. El personaje principal Rey está muy logrado, y me ha sorprendido gratamente tanto el de Finn como el del nuevo piloto Poe Dameron, de los que no esperaba tanto. BB8 sustituye con facilidad al añejo pero siempre en nuestra memoria R2D2, y los nuevos integrantes del lado oscuro son bastante solventes. En especial el de Kylo Ren con sus dudas metafísicas derivadas del poder de la Fuerza. 

Ahora bien, es en el hecho del relevo generacional donde las emociones han sido más evidentes. Ver de nuevo a Han solo (Harrison Ford) pilotar el Halcón Milenario es volver casi cuarenta años atrás en tu vida, en tu historia. Y como hizo en Star Trek, Abrams ha sabido encontrar el punto nostálgico adecuado a la película. Nuevos personajes tomando el relevo de los antiguos. Diez años atrás nos hubiéramos dado con un canto en los dientes para verlo venir. Y ahora lo tenemos aquí.

Es cierto, como he leído en varias críticas, que es menos sorprendente de lo que quizás se esperaba, o que algunos personajes como el de la Capitana Phasma están desaprovechados, pero el último giro que se muestra en pantalla nos pone en antecedentes de una nueva película que ya estamos deseando ver y que, esperamos, solvente poco a poco estas pequeñas deficiencias. 

Y es que la película no engaña. Es entretenimiento puro y duro. Y eso es lo que buscaba. Nada más y nada menos. Tan solo volver a disfrutar con el universo Star Wars en pantalla grandes sin salir decepcionado. Y Abrams lo ha conseguido, en mi humilde opinión.


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